COMPINCHES
Durante la infancia, Elsy y Margarita, su hermana del medio, solían ir a la playa en horas de sol suave, porque si bien les encantaba el agua, el sol lastimaba la piel blanca que las dos tenían. Cierta mañana…
https://drive.google.com/file/d/1a0F1O3wtR0dauYWatK0i8o0VtaxxuX4v/view
(Hay que copiar el link en una pestaña para conocer la anécdota).
CARTA A LOS REYES MAGOS
A sus cinco o seis años, Elsy escribió una carta a los Reyes Magos. En ella le pedía una bicicleta, un juego de cocina, una plancha con la tabla de planchar, un cochecito de bebé y una muñeca negra con vestido y pañuelo rojos a lunares blancos. Le compramos la muñeca, pero todo lo demás de un tamaño pequeño, como para la negrita. A la mañana, cuando se levantó y vio los regalos dijo: «Gracias, Reyes Magos, me trajeron TODDDDDO lo que yo quería». Contentísima estaba, a pesar de que los objetos solo servían para jugar con la muñeca.
VENTANITA DE ARRABAL
Cuando Elsy era chiquita, a las vecinitas más grandes les gustaba pasar tiempo con ella, porque era linda como una muñeca y muy parlanchina. Una vez, cuando tenía dos años, Lidia, una de esas vecinas, la llevó a caminar por el barrio con sus amigas. Cuando estaban cruzando una calle vieron acercarse un auto, la hicieron correr y Elsy se cayó. Su boca golpeó contra el cordón de la vereda y, llena de sangre, se la llevaron a mi mamá. Debido a ese pequeño accidente fue que en el hospital Penna le extrajeron los dos incisivos superiores que, claro, eran de leche, pero no le salieron los definitivos hasta los seis años más o menos, así que durante el lapso de tiempo que transcurrió hasta ese momento, la apodaron Ventanita de Arrabal.
¿INSPIRACIÓN?
De niñas vivíamos en la esquina del Hospital Penna, la que da a la morgue. Cuando Elsy jugaba en la plaza del hospital con sus amiguitos, todos varones, saltaban el paredón para espiar. Ella estaba siempre atenta a los cuerpos de los difuntos que sacaban y volvía a la casa con la noticia de cuántos hombres y mujeres habían muerto. Le preguntábamos cómo lo sabía y ella contestaba que por los cartelitos que colgaban del dedo gordo del pie de los cadáveres.